La meditación tiene como fin, alcanzar estados más refinados de consciencia, que permitan el correcto entendimiento la realidad, que es lo que nos libera del sufrimiento y no impulsa a ayudar a otros a liberarse de las miserias de esta vida”.
Cada vez mas nos hemos dado cuenta que vivimos en un casi permanente estado de tensión, estrés y nervios, donde hasta los más pequeños problemas se transforman – eventualmente – en grandes dramas. Tampoco es un misterio que la meditación y su creciente expansión, se está convirtiendo en una buena alternativa para aliviar estos sufrimientos.
Hay miles de artículos donde se mencionan los beneficios de tener una práctica meditativa constante.
- Permite reducir el estrés disminuyendo el modo (estresante) huida-lucha, alcanzando buenos niveles de aceptación, satisfacción y paz mental.
- Mejora el sistema inmunológico
- Mejora las conexiones (y pliegues) mentales impidiendo la atrofia mental relacionada con la edad.
- Las personas con una práctica regular – al aumentar la materia gris – tienen mejor capacidad para cultivar y mantener relaciones positivas, implicarse en causas altruistas, y estar plenamente consciente de su entorno.
Todos estos beneficios, traen una paz y felicidad inmediata. Sin embargo, la meditación también permite una reorientación en el sentido de vida y la forma de enfrentar el mundo. La meditación tal como se enseña hoy, tiene su origen hace más de 2500 años en India, y las tradiciones, budistas e hinduistas – entre otras – las han transmitido a occidente.
Esta transmisión se ha dado, de tres formas.
La primera es que la meditación permite reducir el estrés y tiene beneficios físicos y mentales, y por tanto está acotado al ámbito personal y sin que la persona intente realizar cambios mayores en su vida.
La segunda forma es que la meditación permite hacer entender que si queremos llevar una vida sana – física y mental – no sólo hay que meditar sino también cambiar nuestra forma de vida, incluyendo no sólo el medio ambiente, sino la forma de ganarse la vida. Esta segunda forma tiene un alcance mayor, y permite al individuo reorientar su vida.
La tercera forma, es aún más profunda, pues se entiende que la felicidad no solo tiene que ver con “mi propia” felicidad sino esencialmente con la felicidad “de los demás”. Que no es posible ser feliz aisladamente, que necesito el concurso de los demás, y con ello me permito el desarrollo de la compasión y el altruismo.
Sin embargo, los grandes maestros nos han señalado que la tercera variante es la mejor, la que nos trae mejores réditos para nuestras vidas. Por esta razón existen diferentes tipos de meditaciones.
Por ejemplo, si queremos reducir el estrés y gozar de los beneficios físicos basta con la práctica de la meditación en Calma Mental o Shamata. Esta meditación nos enseña que debemos concentrarnos en algún objeto externo o interno (como la respiración) que nos permite no tomar atención al flujo de pensamientos que nos invaden y nos alteran.
Ahora, si estamos buscando eliminar la causa del sufrimiento , que son el involucramiento en las emociones negativas, la mejor práctica es la Meditación Analítica o Vipassana, que en occidente se ha popularizado como Mindfulness (no confundir con la técnica psicológica, del mismo nombre y que utiliza parcialmente las técnicas de Vipassana). Esta técnica permite focalizar su atención, sobre la naturaleza de sus emociones aflictivas, con lo cual progresivamente descubriremos que estas emociones negativas no tienen una existencia concreta o real, que no son más que fantasmas que habitan en nuestra mente.
También es esta técnica la que nos permite reconocernos en el momento presente, abandonando toda la ilusión por el futuro y todo remordimiento por el pasado.
Si queremos desarrollar el amor, la compasión, el altruismo, lo mejor es Tonglen o Dar y Recibir. A través de ésta técnica nos intercambiamos por otro, recoge el sufrimiento del otro y le envía amor-incondicional. E incluso si se tiene gran devoción y fe puede practicar el Tantra, técnica que incluye todas las anteriores y que consiste en visualizarse como un Buddha, que no es otra cosa que un estado mental positivo – como la compasión – que todos los seres ya posemos naturalmente en el flujo mental.
La meditación no es solo un vehículo personal, sino uno colectivo, uno social, uno que apunta a beneficiar a otros, uno con el altruismo, compasión y el penetrante deseo que todos los seres terminen con su sufrimiento y sean profundamente felices.
Autor: Luciano Navarro
Fuente: www.felicidadsustentable.cl
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